martes, 21 de enero de 2014

Historia de los episodios y personajes de unidad entre Chile y Perú.

Historiadores rescatan episodios y personajes de unidad entre Chile y Perú

Una treintena de académicos de ambos países coescribió Las historias que nos unen.

por Pablo Marín
El martes 8 de diciembre de 1987, Alianza Lima jugó de visita contra el Deportivo Pucallpa, en la amazonía peruana. Los “íntimos de la victoria”, que ganaron 1-0, asomaban con gran opción para volver a ser campeones, faltando apenas tres fechas para el final. Pero vino la tragedia.
 
El Fokker F-27 que los regresó a la capital, según se cree, fue perdiendo altura y, al intentar dar la vuelta para volver al aeropuerto, chocó con el mar. A excepción del piloto, murieron todos los ocupantes (jugadores, cuerpo técnico, árbitros e hinchas). La tragedia ocupó por semanas un lugar central en la vida peruana. Y generó empatía y solidaridad desde el extranjero.      
 
El Club Social y Deportivo Colo-Colo compartía con Alianza su raigambre social (“equipos del pueblo”, ambos) y el historial de éxitos deportivos. Y su directiva decidió, ante la necesidad aliancista de “parar” un equipo para terminar el campeonato, prestar cuatro jugadores. Sin costo para su homólogo peruano y por seis meses. Los futbolistas (José Letelier, Parko Quiroz, Francisco Huerta y René Pinto) terminarían quedándose largo rato: Huerta estuvo 20 años y Quiroz se ganó la vida como jugador y, más tarde, entrenador, hasta su regreso en 2010. En paralelo, se tejieron estrechos lazos entre las hinchadas, a nivel de símbolos, cánticos y otras señas culturales.
 
Este largo episodio no es de los que entran en las historias generales ni se da a leer en las escuelas. Pero es tan historia como la Historia con mayúsculas. Así lo ven los editores de Las historias que nos unen. Episodios positivos en las relaciones peruano-chilenas, siglos XIX y XX. El profesor de la UC del Perú Daniel Parodi y el sociólogo Sergio González, director del Instituto de Estudios Internacionales de la U. Arturo Prat, editaron esta obra, que mira menos a los prohombres y a las grandes gestas que a la urdimbre de la experiencia cotidiana, a las lealtades asociativas y a los pequeños episodios que reverberan en la conciencia de miles. Y si O’Higgins y El Ejército Libertador del Perú están ahí, es a igual título que Lucho Barrios, que inmortalizó La joya del Pacífico, y que los escritores de la vanguardia “imaginista” chilena (Hernán del Solar, Salvador Reyes), que entre 1928 y 1930 acogieron las colaboraciones de exiliados políticos del Perú en su revista Letras. 
 
CONTRA LA INERCIA
 
El libro de González y Parodi es definido por ambos como “una forma de llamar la atención sobre la existencia de dos sociedades (…) que tienen historias, un idioma, creencias religiosas y expresiones culturales en un siglo XXI donde inevitablemente las fronteras se hacen más porosas”. Y subrayan que el próximo fallo del Tribunal Internacional de La Haya no pautea sus tiempos y que esta obra no es, por lo tanto, un “téngase presente”.
 
En la línea integracionista de académicos como Eduardo Devés y Eduardo Cavieres, con quien González colaboró en un proyecto chileno-boliviano del mismo tenor, los editores y coautores convocaron a una treintena de especialistas de lado y lado, historiadores principalmente. Enfatizan que no pretenden ignorar ni ocultarle al lector que hubo peruanos combatiendo del lado español contra los independentistas chilenos, ni que los chilenos saquearon y ocuparon Lima en la Guerra del Pacífico. Pero dicen que la suya es una obra “paradiplomática”.   
 
¿Qué quieren decir? “Que ya no es posible entender las relaciones entre los países como un campo exclusivo de las diplomacias”, plantea González, “cuando es notorio que las empresas y el comercio, el denso flujo de personas que cruzan las fronteras -mas de cuatro millones cada año entre Tacna y Arica-, el deporte, las universidades, han modificado la forma y el fondo de esas relaciones bilaterales”.
 
Parodi, por su lado, complementa: “No hay historia paralela y bajo ningún concepto queremos presentar una historia alternativa. Tampoco negar los acontecimientos dolorosos. Creo que la historia es como un caleidoscopio en el que aparecen diferentes imágenes, o las mismas imágenes con otra mirada”.
 
Otra mirada que se sitúa en otro lugar y permite ver otras cosas. Por ejemplo, banderas de ambos países unidas en distintas celebraciones religiosas; la pierna chilena de cordero y la natilla peruana como parte de la cultura gastronómica iquiqueña, o los mencionados O’Higgins y Barrios, con otra luz: mientras el primero tuvo la oficina del padre en Lima y vivió allí casi 20 años en el final de su vida, el valsista criollo del Pacífico grabó en Santiago su primer disco. Y llegó directo al corazón del continente.

Fuente. Diario La Tercera (Chile). 19 de enero del 2014.

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